Personas, Naturaleza y Clima en América Latina y el Caribe
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Ampliando la Hipótesis GAIA: La Necesidad de Ampliar el Concepto de Conservación de Ecosistemas.

Vivimos en una era donde la comunicación y la difusión del conocimiento enfrentan desafíos únicos. Las redes sociales y el flujo incesante de información han creado una sobreestimulación en los usuarios, lo que puede dificultar la comprensión y el análisis crítico de la información disponible (Robillard et al., 2018). Esta situación se complica aún más debido a la proliferación de contenido de calidad variable, lo que a menudo cuestiona la profundidad técnica y la veracidad de la información. En este contexto, la capacidad del público para formarse un criterio propio se ve afectada, lo que limita su participación en diálogos informados y la toma de decisiones. Un ejemplo claro de un tema afectado por esta sobreinformación es la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

La globalización ha transformado nuestros patrones de consumo, acelerando la sobreexplotación de recursos y la degradación ambiental, lo que afecta la capacidad de la Tierra para producir alimentos. Cuando la superficie agrícola no resulta suficiente o eficiente para suplir la demanda, lo primero que se espera es que la extensión del cultivo aumente, reduciendo los ecosistemas naturales, lo que nos deja ver la estrecha dependencia entre la economía y la naturaleza. Por esto, es clave dejar de percibir la naturaleza como algo ajeno y distante a la realidad del consumidor; por el contrario, hilar lógicamente el objetivo del presente escrito: establecer cómo, a través de la hipótesis GAIA, se logra describir el funcionamiento de la naturaleza y cómo, afecta el modelo económico, es decir, el sistema productivo.

La Hipótesis GAIA, propuesta por James Lovelock y Lynn Margulis en la década de 1970, sugiere que la Tierra y sus componentes biológicos, geológicos y atmosféricos forman un sistema complejo y autorregulado. Según esta hipótesis, los organismos vivos interactúan con su entorno inorgánico para mantener condiciones habitables en el planeta. La hipótesis GAIA plantea que la vida en la Tierra no solo se adapta a su entorno, sino que también lo modifica activamente para crear un equilibrio favorable a la vida.

El trasfondo de la pérdida de hábitat es la falta de refugio para la fauna silvestre, lo que genera una mayor competencia entre esta. Por cuestiones de probabilidad, si hay mayor competencia, quiere decir que hay mayor número de encuentros, dificultando la capacidad de una especie para mantenerse en la abundancia requerida para el ecosistema. El resultado de esta situación es la extinción, un “recurso” que no se volverá a recuperar, dificultando encontrar alimento. Esto es clave porque, ante la pérdida de especies, la capacidad de un ecosistema para recuperarse disminuye radicalmente. Ese flujo de energía ¿cómo se conecta con los sistemas productivos humanos?

De forma natural, el medio ambiente logra recuperar nutrientes esenciales para mantener su productividad primaria, ciclo que se deteriora por los sistemas productivos humanos. Entonces, si los ecosistemas naturales se preservan o restauran, se mitiga el crecimiento de esta bola de nieve y así se logra recuperar la resiliencia del territorio. Estas estrategias permiten que se forme una mayor disponibilidad de nichos y, con esto, se logra una mayor riqueza y abundancia de especies en el ecosistema. Entonces, la conservación de los ecosistemas o el enriquecimiento vegetal permite que exista una mayor cantidad de especies. Esto se traduce en que la red trófica será tan compleja que el ecosistema será resiliente, ya que la disponibilidad de alimento será mayor, manteniendo la integridad del nicho.

Ese discurso no es novedoso, ya que es el que suele ser difundido, pero vale la pena ampliar la visión y ser realista. Bajo esa premisa, se podría pensar que todos los territorios tienen la misma capacidad de albergar la misma cantidad de especies. Sin embargo, en el planeta hay un fenómeno llamado zonación, que explica la variabilidad climática en el planeta, y esto relaciona la biodiversidad de un ecosistema. Hay territorios con una importante heterogeneidad climática (estaciones), lo que resulta en un ecosistema hostil incluso para la biodiversidad, por lo tanto, de forma natural, mantener la resiliencia es complejo. Esto es clave porque se traduce en ecosistemas altamente vulnerables que, dada su baja resiliencia, pueden alcanzar con mayor facilidad el punto de inflexión. Entonces, los costos y la complejidad del proceso de restauración en estos ecosistemas serán más altos y difíciles para lograr evidenciar ganancias netas en biodiversidad.

Esa es la perspectiva en el contexto actual sobre la pérdida de biodiversidad, donde la demanda masiva de recursos causa un deterioro de los ecosistemas. Pero, con una variable adicional: el cambio climático, un concepto que no es únicamente un fenómeno natural, sino que es acelerado por la industrialización. Este concepto solía ser mencionado como calentamiento global; sin embargo, la evidencia sugiere que los fenómenos climáticos serán cada vez más fuertes y devastadores, facilitando no sólo la destrucción de viviendas y las costas, sino causando pérdida del suelo y, por ende, productividad (menos alimento, menos territorios naturales). Los cambios abruptos de clima y la alteración del ciclo del agua afectan la vida de las especies y, con esto, su capacidad reproductiva, limitándola. Esto afectará la complejidad de la red trófica y, como se mencionó anteriormente, disminuirá la resiliencia. Por ende, el ecosistema posee una mayor vulnerabilidad a la extinción, haciendo esencial aplicar esfuerzos para la conservación.

Ahora, ¿por qué es importante la naturaleza? Debería ser respuesta suficiente decir que la naturaleza se debe proteger por su valor intrínseco, teniendo en cuenta que ninguna vida es superior a otra, lo que confiere un deber ético para protegerla. Claro, la realidad es otra. Entonces, el reto se vuelve lograr articular la conservación de la naturaleza con el modelo económico capitalista. Los créditos de biodiversidad son un concepto que permite financiar la conservación de ecosistemas a través de la garantía de ganancias en biodiversidad (Peng et al., 2024). Este mercado se encuentra en un importante crecimiento y desarrollo, y resulta ser la medida en la que los esfuerzos van hacia los ecosistemas (o nichos), garantizando entonces que la red trófica adquiera complejidad y con esto se logre la resiliencia, ya sea por la degradación causada por los seres humanos o por el cambio climático (Saint-Béat et al., 2015). Sin embargo, el modelo de financiamiento todavía es demasiado novedoso, pero conceptualmente es una idea muy prometedora que puede ser el mecanismo que promueva el desarrollo sostenible. Adicionalmente, los biocréditos tienen el potencial de articularse con las comunidades, el sector privado, etc., dado que tiene una gran versatilidad para lograr la equidad entre las partes interesadas, sin mencionar que, al necesitar demostrar ganancias en biodiversidad, fortalece la transparencia generando confianza en el mercado.

Para finalizar, los conceptos clave de una problemática ambiental son las redes tróficas y su relación con la resiliencia. Ya que, garantizando la complejidad del primer concepto, se maximiza el segundo y con esto se promueve la protección y en algunos casos el aumento del capital natural de un territorio. Este concepto se mantiene fuera del panorama, pero en esencia son los recursos que un ecosistema posee en términos de bienes y servicios ecosistémicos, los cuales son clave para la subsistencia de la biodiversidad (incluida nuestra especie) (Costanza & Daly, 1992). Por esto, es clave una visión del entorno como un sistema, respecto del uso de recursos y conservación de la biodiversidad, que involucre nuestra especie, ya que somos parte de esa red trófica. De esta forma se logra estructurar la hipótesis GAIA, donde el planeta en su forma natural busca encontrar el equilibrio. Entonces, cada aspecto dentro de este, biótico o abiótico, tiene efecto sobre este.

 

REFERENCIAS:


1) Costanza, R., & Daly, H. E. (1992). Natural capital and sustainable development. Conservation biology, 6(1), 37-46.

2) Peng, Y., Jin, T., & Zhang, X. (2024). Biodiversity Credits: Concepts, Principles, Transactions and Challenges. Biodiversity Science, 32(2), 23300.

3) Robillard, J., Cabral, E., & Feng, T. L. (2018). Online health information-seeking: The case of deep brain stimulation in social media. Care Weekly, 2018(2), 14-20.

4) Saint-Béat, B., Baird, D., Asmus, H., Asmus, R., Bacher, C., Pacella, S. R., ... & Niquil, N. (2015). Trophic networks: How do theories link ecosystem structure and functioning to stability properties? A review. Ecological indicators, 52, 458-471.

5) Lovelock, J. E., & Margulis, L. (1974). Atmospheric homeostasis by and for the biosphere: The gaia hypothesis. Tellus, 26(1-2), 2-10.

 

AUTOR: NESTOR GALINDO RUIZ